Por la pista del celular dieron con el asesino

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Caso Cugno – El juez García Porta sintetizó en su resolución cómo fueron los cinco días que transcurrieron desde la desaparición de Alejandra Cugno, hasta el hallazgo del cadáver. Claves para encontrar al asesino. La ubicación del celular de Alejandra Cugno, junto con el relato de los dos muchachos que vieron subir al «Colorado» al auto de la maestra, fueron claves para orientar la investigación y lograr la detención de José Luis Baroni. La «celeridad y eficiencia» con la que actuó la policía fueron destacadas por el juez de Instrucción Penal de Santa Fe, José Manuel García Porta, que ayer permitió a los medios acceder a los detalles de su resolución.

Las quince carillas del procesamiento del «Colorado» Baroni son un racconto de lo ocurrido desde la tarde del lunes 6 de julio -cuando la directora de la escuela Nº 268 de Cañada Rosquín no regresó a su casa de San Jorge-, hasta el 22 de julio, fecha en que el juez estampó la firma a la acusación por los delitos de «rapto; abuso sexual con acceso carnal; homicidio doblemente agravado, por alevosía y criminis causae; robo y defraudación especial» contra el hombre que confesó el crimen.

La investigación que nace en el departamento San Martín, fue cambiando de escenarios al trasponer el límite con la provincia de Córdoba primero; y luego regresar a Santa Fe, pasando por los departamentos La Capital y San Justo.

Al día siguiente de la denuncia se supo de dos jóvenes que hacían dedo en el acceso a Cañada Rosquín. Su relato fue la punta del hilo de una madeja que gracias al uso de la tecnología se pudo desanudar rápidamente, aunque no con el tiempo suficiente como para evitar el crimen.

Tecnología

«Baroni decide ir al encuentro de la mujer sabiendo que se retiraba de la escuela a las 17.30», afirmó el juez. La esperó en el acceso que conduce a la Ruta Provincial Nº 66 y mientras tanto conversó con dos jóvenes que se encontraban en el lugar haciendo «dedo».

Entre sus cosas llevaba «un cuchillo y cintas de poliester, pues tenía pensado abusar sexualmente de la mujer que le gustaba y no podía dejar de pensar en ella. Tales elementos los llevaron ante la posibilidad de que no accediera a sus requerimientos sexuales», dice la resolución judicial.

El «Colorado» subió al auto y saludó a la mujer con un beso en la mejilla, según el relato de los otros dos que aguardaban a la vera del camino.

Pero la identidad del sujeto descripto fue descubierta gracias a los datos aportados por la compañía de telefonía celular Claro, que contestó rápidamente los mandatos de la Justicia, para que revelara si se podía acceder a las llamadas entrantes y salientes de ese teléfono aunque el chip original haya sido reemplazado.

Con el número de Imei -International Mobile Equipment Identity- que es la identidad internacional que reconoce a cada equipo celular GSM del planeta, se estableció que el aparato había sido activado con dos líneas diferentes.

Ubicado el titular de la primera cuenta, Raúl T., manifestó que se lo vendió a José Luis Baroni «hace más de un año», con lo que pudieron hacerse del nombre del supuesto captor. La otra línea pertenecía al concuñado, que vive en Devoto, Córdoba y fue el primero en quedar detenido hasta que cayó preso Baroni.

Acorralado

El «Colorado» quedó cercado tras colocar su chip y el del concuñado en el teléfono de la maestra, pero más aún cuando la policía llegó hasta el sanatorio Americano, de Santa Fe, donde un hombre que cuidaba a su mujer internada reconoció a Baroni como la persona que le vendió el aparato por apenas $ 20.

Otros reconocimientos lo comprometieron aún más, como ser la aparición de la cartuchera secuestrada en su casa de Piamonte o la aparición de las llaves del auto.

Aunque el acusado haya cambiado su relato en sede judicial, con el único fin de morigerar una pena que se encamina a perpetua, no dejó de reconocerse a si mismo como el agresor. «No me la podía sacar de la cabeza», relató Baroni en la indagatoria, que una vez la vio en un lugar bailable de San Jorge, el boliche «Wanamá».

Para García Porta se trató de un «hecho de características morbosas con perfiles de perversidad». El detenido «planificó y ejecutó los ilícitos en razón del conocimiento previo o relación circunstancial que mantenía con Alejandra Cugno, sabiendo el trayecto que hacía diariamente».

La Justicia pudo establecer que fueron tres las ocasiones en que la docente alzó a Baroni en la ruta, cuando hacía «dedo», una «costumbre» que tenía la maestra «por solidaridad».

«Homicidio alevoso»

Para el juez el homicidio tuvo dos agravantes. Una de ellas fue la alevosía, ya que fue «cometido a traición con astucia, sobre seguro, tomando a la víctima totalmente desprevenida e indefensa sin peligro para el agresor». El otro agravante se denomina «criminis causae» y se debe a «la decisión de darle muerte para asegurar su impunidad porque en caso contrario corría riesgo de ser reconocido y denunciado».

Atento a lo que pueda ocurrir tras el resultado del análisis de ADN pedido por la defensa, y en caso de que los patrones genéticos de las muestras no coincidan, y con ello se dé por caído el delito de abuso sexual, el juez indicó que no deja de existir un agravante, puesto que «la muerte pudo sobrevenir al disgusto por no haber podido alcanzar el fin deseado, lo que también constituye un homicidio agravado».

El desvío

En su confesión, José Luis Baroni reconoció que engaña a su víctima y «logra desviar la marcha del auto diciendo que necesitaba ir a un campo cercano a conseguir trabajo». Una vez fuera del camino «extrae el cuchillo» con el que amenaza a su presa y la obliga a detenerse. La metió en el baúl y trabó la cerradura. Tomó el volante y arrancó «mientras la mujer gritaba desconsoladamente arrojando patadas en el interior del baúl».

Baroni circuló por caminos vecinales hasta llegar al paraje Las Yerbas, que conocía a la perfección y sabía que no había vecinos cerca. La bajó del baúl, la desnudó, la ató de pies y manos y comenzó a tocarla para después abusar de ella. La mujer se resistió en todo momento, le suplicaba que la dejara, que no lo denunciaría. Pero él no hizo caso.

Luego de consumado el abuso le dio muerte a golpes con «un objeto contundente de bordes romos», uno de los cuales provocó un profundo corte en la frente.

Después de arrojarla a un viejo pozo con agua, juntó las ropas y los elementos de trabajo de Cugno y partió rumbo a Córdoba, donde desparramó las prendas en caminos de tierra de la zona rural y abandonó el auto en la terminal de San Francisco.

Volvió a su casa en Piamonte, donde escondió las llaves del auto y le obsequió la cartuchera de la docente a una de sus hijas. Al día siguiente viajó a Santa Fe; estuvo varado al menos dos días en la terminal de colectivos, antes de tomarse un micro a San Justo, donde lo capturaron el viernes 10 de julio por la noche.

José Luis Baroni

Lo apodan «Colorado» o «Puma», nació en María Juana, en Santa Fe y antes de su detención vivía en una casa de calle Balcarce, en Piamonte. Trabajaba de jornalero y aunque en su documento dice que su estado civil es «soltero», en realidad tiene mujer e hijos. Nació el 5 de septiembre de 1967 y desde hace dos semanas se encuentra privado de su libertad.

Fuente: El Litoral – Edición: El Trébol Digital – Red de Medios

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