Los rebeldes buscan frenéticamente al dictador libio y ofrecen una recompensa de US$ 1,7 millón por su captura “vivo o muerto”.

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Siguen los combates en Trípoli y ponen precio a la cabeza de Kadafi – El órgano político de la rebelión aseguró que habrá elecciones en 8 meses y que Kadafi será juzgado en Libia. Trípoli, la bella capital libia a orillas del mar, era ayer la imagen de la anarquía. Sus calles principales estaban cubiertas de escombros, vidrios rotos, basura y toda clase de vestigios de una lucha a todo o nada entre comandos rebeldes y las últimas trazas de resistencia del agonizante régimen del coronel Muammar Kadafi, quien era frenéticamente buscado anoche por las tropas opositoras y por cuya cabeza se ofrecía una recompensa .

Cuando este enviado arribó anoche a la ciudad desde la vecina Zawiya, aún seguían los combates en los alrededores de la fortaleza presidencial de Bab Al–Aziziyah que había sido tomada por los rebeldes un día antes.

La distancia de Zawiya es corta, apenas 35 kilómetros. Pero llegar a Trípoli parece un viaje a las estrellas, como si la ciudad se alejara en tanto uno más se acerca. Fue ésta la última etapa antes de asomarnos a la periferia de la capital, un tramo difícil de recorrer contaminado por los focos de resistencia que aún presentan los hombres del dictador.

La sensación de derrumbe para el régimen aflora por todos los sitios. El canciller del coronel, Abdul Ati al–Obeidi, admitió el nivel del desastre al sostener que su jefe «agotó ya sus opciones y su posición está terminada». El hombre estaba en su casa de Trípoli con su familia, pero no era claro si sería castigado por esas palabras o si habría quien pudiera hacerlo si lo ordenaba el endeble resto del gobierno de Kadafi. Otro dato de la debilidad del régimen fue que debió levantar el cerco que había tendido alrededor del lujoso hotel Roxis impidiendo la salida de ahí de 35 periodistas internacionales.

Los rebeldes no hallaron rastros de Kadafi en los alrededores de Bab Al-Aziziyah, pero saben que se toparan con bolsones de resistencia durante algún tiempo y que no podrán cantar victoria hasta que no capturen al dictador. Anoche, cinco fuertes estruendos sacudieron la ciudad sin que quedara claro desde cuál bando se disparaba, mientras una densa humareda se elevaba desde el sector del cuartel general, donde se escuchaban disparos de armas pesadas y el repiquetear de fusiles disparados por francotiradores .

El cuartel general es el sitio ahora saqueado donde Kadafi tenía su carpa blanca y verde en la que recibió al ex premier británico Tony Blair, entre tantos otros que lo visitaron y con quienes intercambió besos y sonrisas después de que el libio liquidó, a inicios de la década del 2000, su armamento de destrucción masiva y abrió la economía a las trasnacionales petroleras.

El chofer del auto que nos llevó los 200 kilómetros desde Nalut hasta Zawiya se llama Akram Bagin. Es de Trípoli pero hace meses que no va a su ciudad ni ve a sus familiares. Preocupado, tampoco aceptó nuestro pedido para seguir esta vez el viaje y, cuando se disponía a regresar a Nalut, recomendó cuidado porque «allá aún nada está totalmente claro». Asegura que hay disparos y que están muy activas tropas de la dictadura.

En verdad, todo se acelera. A las imágenes de los rebeldes entrando en manada en la fortaleza del hombre fuerte libio, se sumaron ayer los mismos rostros haciendo flamear la bandera revolucionaria nada menos que en el aeropuerto de Trípoli, que ya está en manos de los sublevados.

Muchas calles de la zona cercana estaban desiertas por la amenazante presencia de los francotiradores. Cerca de allí, en la ruta que lleva al desierto, casi no hay nada salvo el tremendo calor y un camello acostado con las patas recogidas más adelante que parece una estatua de arena en medio de las dunas. También quedan testimonios de los duros combates que se libraron aquí hasta hace muy poco: casas destruidas, cantidad de autos convertidos en ovillo de metal, pertrechos diseminados y las torres de alta tensión con los cables caídos sobre la arena.

Los milicianos en Trípoli informan que se alistó un destacamento rebelde para el asalto que debería terminar antes de la noche de hoy del distrito de Abu Salim en la capital. Se trata de un sitio célebre y de alto valor simbólico para la causa que defiende esta gente. En ese barrio se encuentra la cárcel en la que en 1996 la policía de Kadafi mató a 1.300 personas en su mayoría detenidos políticos. Hay otro vínculo histórico con ese caso. En febrero pasado, el abogado que representa a los familiares de esos masacrados cayó detenido sin causa y fue ese episodio el que desbordó la paciencia de los libios y comenzó la rebelión en Bengazi, la ciudad baluarte de la rebelión en el este del país, con el final que estamos ahora observando.

Los rebeldes han ya consolidado su control sobre una gran parte de Libia, apoyados por una implacable campaña aérea de la OTAN , que ha incluido unos 7500 ataques contra las fuerzas del régimen.

Ayer, como en días anteriores, un desafiante Kadafi prometió desde un lugar no precisado que lucharía «hasta la victoria o el martirio» y reclamó que lo ayudaran a liberar la ciudad de «demonios y traidores». Pero no ha sido hallado aún, aunque circulan rumores de que está en la capital.

Los rebeldes apuestan justamente a la traición de los aliados del acorralado líder libio: voceros del Consejo Nacional de Transición (CNT) –el órgano político de la rebelión– ofrecieron una recompensa de US$ 1,7 millones por la cabeza del coronel «vivo o muerto». Aunque, según dijo al diario italiano La Repubblica el líder del CNT, Mustafá Adbeljalil, «la opinión mayoritaria entre los miembros del Consejo es la de juzgarlo a él y a su banda en Libia».

En esa misma entrevista, Adbeljalil anunció que la intención de los rebeldes es llamar a elecciones en ocho meses: «Queremos –afirmó– un gobierno democrático y una Constitución justa. Sobre todo, no queremos estar aislados del mundo como lo estuvimos hasta ahora». En tanto, el gobierno de transición intenta dar vuelta la página y pensar en las cuestiones prácticas del futuro. Una delegación negocia aceleradamente la liberación por parte de países europeos de un tramo de 2.500 millones de dólares que le fueron congelados al dictador libio para los primeros gastos. Ayer circuló con fuerza el dato aquí de que preparan la mudanza de su base de operaciones a Trípoli. El cambio se produciría en 48 horas y la decisión es vista como un dato para reafirmar el inminente final de esta pesadilla. Anoche, ese destino parecía estar más cerca. Pero aún faltaba un tramo. El sonido de las bombas aún retumbaba en barrios de la capital, repentinamente iluminados por múltiples fogonazos de la artillería liviana que llegaba desde la zona del puerto.

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