Tarda en llegar … y al final siempre hay recompensa

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La espera termino – Veine años después, Trebolense con el mismo grito de campeón «Tarda en llegar y al final, al final … hay recompensa…!» Dice una bellísima canción de Soda Stereo en su estribillo y me transporta a los rostros con lágrimas de los jugadores tras el pitazo final.
La alegría no tiene fin. Es sólo un momento, el alma se pone tiesa, el corazón late y se anuda la garganta. Es una sola manera de sentir, de soñar, de buscar, porque al final … al final hay recompensa.
Se viene la final y la gente de Trebolense parece ahogarse una vez más en un mar de dudas, de desconcierto y de ansiedades. Sin embargo, ahí están ellos, esos pibes gloriosos conducidos por el bonachón de ojos color cielo Gustavo Brandt. Ahí están decir: «Calma, confíen, acompañen, alientes, festejen».
El calor es intenso en el primer capítulo, y la cancha de Cañada desborda. Entonces salen ellos a demostrar lo que un grupo de corazones valientes puede hacer con fe y creyendo en ellos.
La dibuja Martín Rodriguez. El «Zurdo» es magia pura en medio de los nervios de la final electrizante y enseña el camino a la gloria. Y Leo Bravo con Nicolás Lépore se le suman con coraje y entrega. Cafú está intratable, no le teme a nada ni nadie y quiere llevarse el mundo por delante. La defensa es inquebrantable. «Yiyo» Ladner no deja pasar una, Julián Piancatelli sale de abajo y trata bien la pelota, Martín Román va y viene dejando un surco de fuego por el andarivel derecho y el «Pato» … el enorme «Pato» Martinez corre, grita, habla y vuela. Fede Pignatta hace de ese cotejo su partido, y devuelve tanta confianza y cariño de su gente, Salvador Lépore pone presencia en el área igual que con sus 13 goles en Primera y el gran Gastón Ezborráz es un muro incasable que demuestra porqué es el mejor.
El «Cele» va una y otra vez, busca la gloria, la persigue y la quiere. Tiros en el palo y en el travesaño le niegan a Trebolense las alegrías tan buscadas pero el pequeño gran 10 de Trebolense, ese diminuto ser mágico e hipnótico, rey de la gambeta, el taco y la guapeza se planta en el área, le pega una y otra vez hasta que finalmente insiste con lo que casi nunca hubiera hecho en otra oportunidad. El gol no llegaba con sutilezas y fue de puntín que la clavó allá arriba, donde sólo las águilas se atreven. Locura, histeria, desenfreno y medio campeonato en el bolsillo. Pum y a la bolsa, a soñar, a vivir una semana de ansiedades y palpitaciones.

La gloria
Casi 3000 simpatizantes únicamente de Trebolense llenan la «Quema». No entra un alfiler más, no hay lugar para más pasión ni tanto amor en celeste y blanco. Los humos tiñen el aire de la ciudad, las bombas estallan en la cien de mil de almas, las banderas desafían al viento y le dan un toque celestial a una tarde de mil corazones en llamas. Los chicos en el banco tienen los dientes apretados. Los Vannay están listos para ser llamados, porque saben que cuando les llegue el turno pagarán con talento su porte de querer ser campeones. El «Negro» Ordoñez se come la última uña de caras a los suspiros que quedan del Absoluto 2008. Guido y Darío Pietrani mantienen una calma que sólo se verá por fuera. El «Gringo» Racca ruega poder entrar como le tocó hacerlo remando casi todo el año. Afuera, con la garganta afinada como un hincha más, Matías Lovatto y Franco Casañas se estremecen entre la multitud.
Llega el «Nico» de penal para el primero a los 5´y enseguida se desata una catarata de cánticos que baja desde la platea. Trebolense va una y otra vez. Brandt pide que no se retracen, que sigan buscando para segurar el partido. «Entren en la historia de Trebolense. Esto no es por plata, es por ustedes y su prestigio». Les vociferó a sus dirigidos en el vestuario 10 minutos antes de entrar a la cancha. Y la historia se empezaba a escribir en celeste y blanco del cielo del 16 de noviembre de 2008.
Pero un accidente inesperado pasó en el camino. Faltando 10 minutos, Juventud Unida igualó el partido y parecía que volvían los fantasmas de 20 años … pero nada de eso sucedió.
Salió a la luz el mejor de Caferatta que se puso el equipo al hombro e inclinó la cancha y arrastrando rivales llegó hasta el área para definir con un tiro letal ante la salida del arquero. Y un rato más tarde, el «Gringo» (Cuando no???) de los goles importantes le dio la estocada final a un partido para la memoria de todos. Grito al cielo. Camiseta al viento. Ojos encendidos, Corazón palpitante. Sudor hecho lava. Abrazo eterno y grito de campeón. La fiesta era nuestra. La historia era de estos pibes, la sonrisa de la ciudad y el orgullo de cada hincha comenzó a correr por las venas. Trebolense campeón en la tierra de los vivos. Trebolense campeón en el cielo de la «Chuchi». Trebolense campeón en el aire, en los rincones del club y en la retina de miles de hinchas.
Trebolense campeón de los pibes de corazón valiente. Trebolense campeón de los refuerzos que se hicieron hinchas, Trebolense campeón de los chicos que nacieron en el club, Trebolense campeón de campeones.
Fue un domingo 16 de noviembre de 2008. El día de la recompensa. La que tarda en llegar, la que se hace desear, la que anhelamos todos, la que festejamos todos. La recompensa es haber podido vivir ese día. La recompensa es ser de Trebolense por nacimiento u adopción. La recompensa que tarda en llegar, pero que tiene el más dulce sabor.

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