Candela, la joven de El Trébol que estudia psicología y los fines de semana construye voluntariamente viviendas en barrios humildes para TECHO Argentina

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TECHO es una organización conformada por jóvenes voluntarios y voluntarias junto con habitantes de asentamientos populares de América Latina.

Mediante una acción conjunta, la gente de TECHO, trabaja en superar la situación de pobreza en la que viven millones de personas.

TECHO, forma jóvenes voluntarios y voluntarias a través del vínculo y el trabajo en conjunto con pobladores de asentamientos.

En TECHO Rosario, participa Candela Díaz de Azevedo, una joven de El Trébol, que estudia psicología en la mismísima ciudad cuna de la bandera y dedica, parte de su tiempo, a colaborar, junto a un nutrido grupo de jóvenes, en hacerle mejor la vida y acercarle oportunidades a personas para desarrollar capacidades.

Ese primer encuentro con TECHO

“A TECHO, lo conocí de casualidad por redes sociales. Una persona subió una foto que había ido a construir a un barrio y me motivó a mandar un mensaje. Ese posteo me activó la curiosidad y les escribí. TECHO Rosario me invitó, lo charlé con amigos y familiares y lo hice. Nunca más dejé”, señala Candela al recordar su inserción en la organización.

TECHO no responde a partidos políticos ni religiones. Su misión es trabajar con determinación en asentamientos para superar la pobreza, a través de acciones conjuntas entre pobladores y voluntarios.

“No quiero quedarme en la queja”

“Antes de conocer lo que era TECHO quería participar en ayudar y hacer cosas por otras personas”, recuerda la voluntaria de TECHO y añade: “Quería algo que no estuviera atado a un partido político o religión y quería trabajar para lograr que la gente viva en un lugar mucho más digno, porque la gente en los barrios que visitamos tienen todos los derechos vulnerados. El click fue en mi primera actividad, estábamos en una construcción, me quise lavar las manos y no había agua corriente. Ahí me dije que no podía girar la cabeza y hacer como que no había pasado nada. Tenía que involucrarme y participar. No quiero quedarme en la queja, en los barrios no todo es malo, hay gente que no eligió vivir en un lugar humilde, le tocó y si se puede hacer algo para ayudar, mucho mejor”.

Cande, es una de las tres coordinadoras del barrio “Tío Rolo”, en el distrito suroeste de Rosario, y hace desde junio de 2023 que es voluntaria. “Cada vez que vamos al barrio, nos involucramos más y más. Yo muchas veces, al pisar el barrio, siento angustia e impotencia. Pero, por otro lado, caminar por el barrio y escuchar los martillos de las viviendas construyéndose y ver la felicidad de las familias, es gratificante. La mezcla de sensaciones que uno tiene cuando un nene pisa por primera vez un piso de madera y no de tierra es increíble. Luego, llega el día más difícil que es el lunes, cuando te cae la ficha de lo injusta que es la vida para algunos y encima hay un estado que no hace nada de nada desde hace años y años”.

Al igual que con otros actores de la sociedad civil, desde TECHO se articula con gobiernos locales, provinciales y nacionales en vistas de potenciar las oportunidades de transformar la realidad de las familias que habitan en asentamientos.

“TECHO trabaja con la familia y no para la familia»

Sin embargo, en TECHO Argentina no sólo se hacen viviendas. En la organización trabajan unos 43 mil voluntarios en 80 asentamientos, generando soluciones de servicios básicos eficientes, sustentables y de fácil instalación como sistemas de agua, recolección de agua de lluvia y torres de agua y puntos de higiene como baños, filtros de agua e instalación de llavamanos.

“La relación con la gente a la que les hacemos una vivienda varía”, cuenta Candela y agrega: “TECHO trabaja con la familia y no para la familia. Hay muestras de alegría en la gente que te recibe con los brazos abiertos y hay otras que no, que conviven con violencia familiar. A veces te toca un jefe de familia piola y a veces uno más cerrado, como en todos lados”.

Mientras Candela cuenta las materias que le faltan para recibirse de psicóloga, planea el desembarco en un nuevo lugar, con su gente, los jóvenes voluntarios. “Ya llevé a amigas de El Trébol a trabajar y les gustó mucho”, señala con una sonrisa.

El metro cuadrado de la zona de confort de Cande se amplió un día. Salió para no volver, para comprometerse y para no dejar que la queja le gane al voluntariado.

El metro cuadrado de una joven, que, sin banderas políticas ni religiones, a bordo de una organización como TECHO, se convence, que, con una acción, con un compromiso y sabiendo elegir que batallas pelear, le puede hacer la vida más fácil a alguien que verdaderamente lo necesita.

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