“Esa burbuja mágica en el tiempo” – Por Francisco Díaz de Azevedo

 Por Francisco Díaz de Azevedo

Un jardín de infantes, no es sólo un espacio, un edificio antiguo o moderno, un conjunto de aulas o un parque verde lleno de juegos.

Un jardín de infantes no es sólo un largo corredor, un zum con dibujos pintados en las paredes y una dirección un poco más allá.

Un jardín de infantes es el lugar que tu hijo adopta como su segunda casa, su segundo hogar. Un corredor, que será testigo de los primeros pasos de un niño. Una morisqueta que generará sus primeras sonrisas. Un empujón hacia el mundo del aprendizaje, de los sueños y de los juegos.

Un jardín de infantes, es algo único, una burbuja mágica en el tiempo, donde confluyen el mundo de fantasía de cada pequeño, que imagina a su hada mágica, esa que aparece en el momento justo de cada mañana y cada tarde, para, con su varita, crear amor, felicidad y sapiencia entre sutiles toques de comprensión.

Los días en un jardín de infantes, son, en su conjunto, el momento exacto, en el que un chiquillo comienza a ser ciudadano del mundo, y ahí está la “seño” para guiarlo a recorrer el primer gran camino de su vida.

Un jardín de infantes, es ese viejo sabio y místico, que con su barba blanca y larga y sus cabellos al viento, se acerca al niño temeroso, le coloca alas fuertes y grandes, le susurra al oído con dulzura y le indica en qué dirección comenzar a volar.

Dedicado a los Jardines de Infantes de mi ciudad