Por Melisa Barrios
Pienso en esas mujeres que lucharon, en las que murieron en la clandestinidad y en aquellas otras que quedaron con secuelas. También en las que decidieron maternar y en las otras que querían ser madres y las obligaron a abortar.
Se me cruzan nombres, relatos, imágenes. Me acuerdo de las primeras locas que hablaron del aborto, esas que hoy usan bastón. Las madres y abuelas que se unen a todas las batallas, porque si de ganar las calles y luchar se trata, ellas son expertas.
Hoy es ley. La irrupción voluntaria del embarazo es ley. El aborto deja la clandestinidad, es legal. Es parte de la salud pública. El aborto es justicia social, es conquista de derechos, es reivindicación. La deuda saldada de la democracia.
Es eso y mucho más. Es la representación de las mujeres que un día quisieron hablaron. Es la historia de las mujeres que alguna vez pidieron estudiar. Es la memoria de las que salieron a trabajar cuando era deber quedarse en casa. Esta ley es sin dudas, la voz de las que pidieron votar y es la valentía de las que supieron marchar poniendo luz a tanta oscuridad.
No me quedan dudas que hay un poco de la ley de identidad, la del matrimonio igualitario y la de Educación Sexual Integral.
Fueron muchas presentaciones, proyectos cajoneados, otros olvidados y hace poco desechado. Hoy, el 30 de diciembre, los políticos decidieron escuchar las calles y darle entidad a una ley que se había aprobado en las calles.
El 2020 fue un año sin precedentes. Será el año de la pandemia y el año en que el aborto fue legal.
