La violencia hacia la mujer no es casual sino causal de una sociedad muda y quieta

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Desde hace unos días, después de pensar y analizar, con calma y tratando de poner las palabras justas, creo que es necesario visualizar, una vez más, la gravísima problemática por la que atraviesa la mujer.

El hecho de extrema gravedad, que vulneró todos y más derechos, sucedido en Los Cardos nos marca como sociedad. Nos marca y nos condena.

De alguna forma casi todos somos responsables, algunas por acción y otros por omisión. En ese casi sólo puedo resaltar a un grupo menor que sale a la calle a protestar y a contarnos lo que sucede en el mundo, pero que rara vez escuchamos. Son tan sólo algunas mujeres y hombres que pugnan por una sociedad realmente igualitaria.

Le tocó a la joven de la vecina localidad, pero pudo ser cualquiera. Hoy físicamente está bien, y parece que como sociedad debemos conformarnos con eso… ¡Está viva, pudo ser peor! Y no! No es justo, porque existen otros daños que no se ven, y son los que suelen doler más.

Y si hablo de justicia, justo sería salir a la calle sin miedo a que algo nos pase sólo por ser mujer, justo sería que en la calle no nos griten porque tenemos una ropa más o menos ajustada o porque simplemente a alguien se le ocurre expresarnos sus deseos, entre tantas otras cosas justas pero que lejos están que así sean.

Ya no hay estratos sociales, ni pueblos o ciudades más o menos tranquilas. La violencia se instaló, la violencia hacia la mujer es natural, la violencia sigue cobrando vidas. Y como sociedad lo seguimos viendo pasar y lo seguimos contando, entre vecinos, entre amigos, o detrás de un medio como en este caso.

Seguimos estando detrás de la problemática. Se está corriendo por detrás esta problemática. La justicia lo hace, la fuerza lo hace, los gobiernos lo hacen y nosotros como sociedad lo hacemos.

¿Por qué?  No lo sé. Tal vez sea más fácil. El pensamiento mediocre: “Mientras no me toque a mí es problema del otro”. Insisto habla mal, muy mal de nosotros como sociedad. Una civilización que de civilizados nada tiene, que no sabe hablar e intercambiar sin agredir opiniones y que piensa que actuar es sentarse a escribir detrás de una red social como opinólogos profesionales.

Paradójicamente es algo que estoy haciendo ahora, pero no desde una opinión vacía de contenido, sino asumiendo la responsabilidad como medio formador de opinión, con el compromiso de contar y decir lo que sucede. Tristemente hoy tengo que decir que nos siguen matando, que nos siguen violando, que nos siguen abusando, que nos siguen golpeando, que nos siguen torturando, que nos siguen…

 

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