«Todos matamos un niño sirio cada día»

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Reflexión – Por Francisco Díaz de Azevedo «Todos matamos un niño sirio cada día»

Por Francisco Díaz de Azevedo – 4 de septiembre de este año…

Hoy naufragó la humanidad. La imagen de este niños nos llega, nos toca, nos rompe y nos duele. Pero mañana la historia será otra?

Mañana nos acordaremos de estaa imagen? Mañana recordaremos y habremos aprendido? Este pequeño buscaba dignidad en algún lugar en la que quizás pudieran dásela. Pero este pequeño sirio murió, lo matamos todos, vos, yo, la humanidad.

Pero no es más ni menos que la historia de muchos que conozco, que merodean y me representan.

Cuantas veces fuimos este niño sirio? Recuerdo amigos yéndose de este país, buscando una vida mejor y viviendo como delincuentes en tierras ajenas sólo para poder trabajar y vivir en la paz que Argentina no nos daba…

Recuerdo haber estado trabajando en el país del norte. Recuerdo haber vivido en los Estados Unidos, el «País de la libertad» y haber tenido que hacer una visa para poder ingresar. Recuerdo hacer colas que otros, semejantes a mí no hacían… sólo para poder respirar aire americano.

Recuerdo llegar a Barajas, España, y que en migraciones me miraran de arriba abajo. Miraran mi pasaporte y me preguntaran que hacía allí. Podría haberles dicho tantas cosas pero callé cobardemente. Podría haberles dicho que iba a conocer el país vasco de mis bisabuelos, los mismos que entraron a mi país sin pasar por migraciones y trabajaron, vivieron y comieron en mi país.

Recuerdo haber pisado Pisa, Roma y Florencia y sentirme extranjero, sabiendo que los que me rodeaban estaban en mi país, sin tantos papeles, sin tantas trabas, sin tanta marginación.

«Somos todos iguales ante Dios», me dijeron. Ante Dios sí. Ante los prójimos no. Y matamos todos a este niño sirio Este niño, tragado por el mar, buscaba una mano salvadora.. Como muchos de mis compatriotas, que vieron un país invadido hace años…. Donde nadie pagó peajes ni presentó visas, se apropiaron de tierras y se adueñaron de identidades.

Lo mismo que los Estados Unidos de América. Donde algunos presentamos papeles para entrar y somos interrogados. «Somos todos iguales ante Dios» … salvo las vidas en yankilandia, donde su billete verde pregona la frase «In God we trust»… quiere decir «Creemos en Dios» pero de Dios no tienen nada.

En el país de la libertad, en Estados Unidos, nadie es igual a nadie. Los negros son marginados, los latinos perseguidos y los colorados bienamados. Matan como nosotros, aun niño sirio cada día.

En la fila de migraciones, seres tan iguales presentan diferencias de papeles a la hora de reclamar derechos y son diferentemente desiguales.

Nos pasa a todos. Todos somos diferentes y lo hacemos notar. Todos marginamos. Todos matamos un niño sirio cada día. Tratamos de «bolitas» a nuestros hermanos, de negros a los que defenestramos, de gordos a los que despreciamos y de mogólicos a los que creemos diferentes.

Nosotros también matamos un niño sirio cada día, cuando salimos a la calle. Como lo hace Estados Unidos con una parte del mundo, como lo hace Europa, que se olvida que nos invadió, nos violó, nos robó y nos conquistó.

«Todos somos iguales ante Dios». Pero en tiempos de abrir fronteras, cerramos puertas, damos la espalda y avalamos desigualdades.

Hablamos despectivamente. «Esa es gente fea» le escucho decir a algunos pseudo cercanos a cada rato. Ni miran a su alrededor. No nos miramos más, che… no nos queremos más… vivimos pregonando desigualdades.

Matamos un niño sirio en cada día, acá y allá. Nosotros también ! no mires para otro lado. No te horrorices con la foto que ves del pibito en la playa. Es desgarradora y cruel. Tanto como cuando herís una madre de un niño que llamás «mogólico». Tanto como cuando un amigo te escucha decir «mira ese negro», tanto como te duele la fila de los que presentan visas para entrar a un país mientras otros a tu lado, igualitos a vos, pasan rapidito y sin problemas.

Te duele tanto como entrar a Europa con apellido Español o Italiano… o Inglés … y dar las explicaciones que no dieron nuestros antepasados cuando entraron a mi país, e hicieron de mis tierras lo que ellos quisieron.

Hoy matamos un niño sirio cada vez que hacemos bullyng en una escuela, en un club o en una tribuna. Yo no tengo más ganas de callar. Yo mate niños sirios cada vez que abrí la boca y hoy quizás no tenga absolución.

Podemos cambiar la historia, vos podes, yo puedo, ellos pueden. Quizás algunos no entiendan. Pero bastará con aportar lo mío y que algún lector, lo siga simplemente. Hoy voy a salir a la calle y voy a tratar a todos de la misma manera que me trataría a mí. Sólo entonces, sólo con mi alma y mi corazón, libre y despojado de odios, miedos y prejuicios, estando en paz conmigo, dejaré de matar un niño sirio cada día.

Francisco Díaz de Azevedo – 04/09/2015.

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