Un ballet con la capacidad de conmover

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Para el aplauso de pie – Por Francisco Díaz de Azevedo El Ballet El Trébol siempre nos tiene acostumbrados a los buenos espectáculos. Siempre sorprende, rara vez se repite y nunca falla.

Y el jueves por la noche no fue la excepción. «La leyenda de El Trébol» es una obra de Graciela Poins y Víctor Recalde del año 1984. Recorrió el país y parte del mundo con aquellos lejanos integrantes del elenco y se reestrenó  en el año 2004.

Pero esta vez había un motivo especial y tenía que ver con los 125 años de la ciudad. Y Pons – Recalde pusieron todo en el asador. Los mejores bailarines, esos que tienen varios viajes por el mundo, con su experiencia, se entrelazaron con los jóvenes y principiantes para realizar un cuadro conmovedor.

Fue un mosaico colorido y por momentos entremecedor. Cada bailarín lleva en la piel su actuación y las lágrimas en sus rostros huelen a verdad y no a ficción.

Esta obra se apoya en la imaginería popular,  que muestra la bonanza de una campiña fértil a la que llega gente con mucha ganas de trabajar, apareciendo luego, la mistura entre lo local y lo de los inmigrantes y también con la presencia de los peones golondrinas entrerrianos.

Todos en una convivencia armónica y de trabajo, interrumpidos por un hecho desagradable, representada por la figura del diablo, que es el Kamba Ra’Anga Rojo del Norte. Bien pagano, casi telúrico, perfectamente representado.

Los directores trabajaron sobre una propuesta estética completamente diferente de los que fue hace 30 años, pero con la misma línea argumental. Salvo que ahora, los gauchos, que antes eran pequeños, conmueven y lleval de orgullo al hombre que habita este terruño.

El ballet conmovio, aprobó con creces, no necesita exámenes, se corona en cada viaje y es decano de la cultura local en cualquier rincón del planeta tierra. Ayer, GRACIAS A DIOS, le tocó a El Trébol.

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