Harto de las presiones de los dirigentes, les pasó la factura

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Porque se fue Ramón? – De golpe, River se quedó sin entrenador. En una reunión que duró menos de cinco minutos, el Pelado presentó la dimisión. «Ahora me adulan, pero me van a tener que chupar la p…» , les dijo a sus íntimos. Cómo se llegó al desenlace. -Bueno, Ramón, acá tenemos una lista con 19 jugadores que tienen que volver en junio …

-Antes que nada, Rodolfo, quiero decir una cosa. Me voy.

La frase, pronunciada con esa misma frialdad con la que ajusticiaba arqueros en sus tiempos de goleador en una reunión que duró menos de cinco minutos, retumbó en el primer piso de Udaondo y Figueroa Alcorta. Cuentan que los ojos de Enzo Francescoli estuvieron más saltones que nunca. D’Onofrio quedó pasmado. Matías Patanian no pudo dejar de pestañear con perplejidad. «Sólo faltó que se cayeran de espaldas como los personajes de Condorito y ¡Plop!», confió un testigo que presenció el desplante del Pelado en el despacho presidencial.

«Ya cumplí con los objetivos, salimos campeones, renuncio», disparó el entrenador más exitoso de los 113 años de River, quien pegó un portazo ganador y le pasó factura a una dirigencia que nunca lo quiso, que lo aguantó a regañadientes y que tenía pensado sostenerlo en el banco, pura y exclusivamente, por esos dos campeonatos conseguidos en media docena de días.

«Nos dejó en banda cuando el club era una auténtica fiesta. Es un hijo de p …» , bramó un dirigente, enojado porque River volvía a ser River , tal cual es el eslogan de los dirigentes, pero Ramón l o ponía en el centro de la tormenta con su salida impensada. Llegó con la decisión tomada a la oficina de D’Onofrio, acompañado por su hijo y mano derecha, Emiliano, y su representante, Adrián Castellanos. Un rato antes, en la práctica, no había dado indicios del intempestivo adiós. Sin embargo, venía masticando la decisión en las últimas semanas.

Es más, a sus colaboradores más cercanos les había dicho antes de la Súper Final: «Si ganamos esta noche, ojo que no haya una bombita, eh» . Sin embargo, se contuvo hasta ayer por la tarde, cuando se encontró cara a cara con el presidente, su vice y el secretario técnico.

A pesar de que le costó más de una década volver a River, Ramón acumuló motivos para irse, consciente de que los dirigentes siempre le marcaron la cancha, incluso desde la campaña. Y tenía una lista sábana de reclamos para pasarle factura al presidente.

Desde el airado comentario que hizo en Santa Fe, tras la derrota con Colón, hasta el ríspido diálogo telefónico que se produjo luego de que el Pelado ponderara públicamente a Los Borrachos del Tablón con falsa inocencia. Aquel lunes, después del triunfo ante Atlético de Rafaela, el máximo dirigente le exigió al riojano que se rectificara o estaba dispuesto a despedirlo.

Este trato distante fue decisivo. También, los mensajes cruzados a través de los medios que revelaron diferentes líneas de pensamiento. Sin ir más lejos, Ramón había sido desafiante en la charla con Clarín, tres días después de ganar el Torneo Final: «Un consejo que le puedo dar al presidente y a la Comisión Directiva es no quedarnos con lo que hicimos porque las exigencias en River son muy grandes (…) Hasta que no me junte con los dirigentes, no podemos ser más explícitos. Pero los voy a aconsejar de la mejor manera. Ellos tendrán su idea, yo tengo la mía».

Mientras Ramón pedía que no le desarmaran el equipo y pensaba en refuerzos para el próximo semestre, D’Onofrio hablaba de darle cabida a los juveniles y vender futbolistas para equilibrar las finanzas. Y en la edición de ayer Clarín ya había anticipado que se venían los tironeos, pero el Pelado los frenó en seco. Entendía que no iba a poder afrontar un semestre con cuatro campeonatos (torneo de transición, Copa Sudamericana, Copa Argentina y Supercopa) sin incorporaciones rutilantes y con la sangría que se avecinaba, ya que Manuel Lanzini, Alvarez Balanta y Leonel Vangioni estaban en la vidriera, con cartelito de venta.

«Ahora me adulan, pero me van a tener que chupar la p …» , les dijo Ramón a sus íntimos en el medio del éxtasis del campeonato. Aquel domingo, el de la goleada a Quilmes y la consagración, habló de subestimación. Y la gota que desbordó el paciente vaso del riojano se produjo el martes, en La Rural, durante el festejo de River campeón. Ramón quería hablar ante el auditorio millonario y D’Onofrio se lo impidió. «El único que va a hablar esta noche soy yo», afirmó el presidente. Le sellaron los labios al entrenador. Y no le gustó.

Según confiaron en el entorno de Ramón, lo único que lo hizo dudar de seguir al frente del equipo es la relación con los jugadores. Especialmente, la que tiene Emiliano con la mayoría de los jugadores, en especial, con Fernando Cavenaghi, Osmar Ferreyra y Juan Carlos Menseguez. Por eso anoche, el Pelado y su cuerpo técnico armaron una cena despedida con los jugadores en un restorán de Costanera.

D’Onofrio, en tanto, empezó a sentir los coletazos de la renuncia de Ramón, que hoy dará una conferencia de prensa a las 16.30 en River. Lo insultaron en la Facultad de Ciencias Económicas (ver ¡Qué reproche!) y ayer lo cruzaron dos hinchas en el playón del Monumental, cuando se iba del club junto a Francescoli. «Es el técnico más ganador de la historia de River; hacé algo para que se quede», le dijo un chico que rondaba los 25 años.

«Se fue solo, yo no lo eché «, contestó el presidente. «Ponete de rodillas si es necesario», le suplicó una mujer.

«De ninguna forma», respondió. Y se perdió por Alcorta, sin técnico, sin ese «je» que se le escapa de la boca a Ramón, que una vez más se salió con la suya.

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