Jugaron a Bombonera vacía.

Boca fue una sombra y Belgrano lo venció – Fue 3-2 en un estadio sin público. El equipo de Bianchi acumula siete partidos sin triunfos y aunque en el primer tiempo dominó y se puso en ventaja, en el complemento todo fue desconcierto y la visita se lo dio vuelta. Esto de Boca, parece, que no lo arregla ni Riquelme. No luce el tan meneado regreso de Román como el remedio para tantos males. Boca perdió frente a Belgrano porque jugó un segundo tiempo tan flojo que llamarlo malo es faltar a la verdad. Este vez no pudo ni supo aprovechar un gol rapidísimo y un primer tiempo donde dominó a su rival sin necesidad de llegar a una producción superior a los siete puntos. El Pirata se recuperó en el período complementario, convirtió tres tantos en ese lapso y con orden, inteligencia táctica y altísima efectividad sumó tres puntos que forman parte del impacto futbolístico del fin de semana.

Aquellas voces incontinentes que aseguraban que en tiempos idos Carlos Bianchi tenía acceso director al celular de Dios, nada dijeron del último año, cuando por multiplicidad de problemas daba para pensar que el Virrey había hecho un pacto con el Diablo.

Jamás debería ignorarse que el fútbol, como la vida misma, a veces da y por momentos quita. Que de llenas y de vacías está sembrado el camino, ese sendero que tiene tramos de dulzura pero que también puede presentar segmentos rumbo al calvario.

Algo de esto sucedió anoche, cuando Boca abrió el marcador en su segunda aproximación al arco del debutante Pablo Heredia. Apenas seis minutos, una jugada de pelota quieta, toque de Gago para Erbes, asistencia de cabeza de Sánchez Miño y frentazo goleador de Forlín para un festejo extraño en La Bombonera, que por las razones conocidas se quedó sin sonido. Golazo por la idea de cómo aprovechar un movimiento estratégico, pero también por la ejecución y la resolución.

El tanto de Forlín llegó a destiempo para el reloj de Belgrano. Porque destruyó el libreto de lo que mejor hace el equipo conducido por Ricardo Zielinski. Los cordobeses no tuvieron tiempo de aguantar el resultado, de fastidiar al rival con esas dos líneas de cuatro bien juntitas en 30-35 metros y de esperar que la impaciencia ajena se convirtiera en vitaminas del negocio propio.

Boca, por su parte, convirtió pero no aflojó en su rol de dominador. Sánchez Miño, que martirizó a Barrios en los primeros 20 minutos, metió un centro hermoso que Gigliotti no aprovechó por Boca. Ledesma desperdició una situación neta frente a Ledesma y el arquerito del Pirata se quedó con un bombazo de Sánchez Miño. Belgrano, en tanto, no existió en el área de enfrente, a punto tal que si Orion no se hubiera equivocado en una pelota aérea -Aveldaño no reaccionó a tiempo- lo de Bueno, Pereyra, Rigoni y Velázquez no alcanzó siquiera para un «¡uhhhhhhh!» de ocasión.

Si Boca había impactado bien rápido en el mentón de Belgrano durante la etapa inicial, el Pirata devolvió el piñazo en el nacimiento de la segunda parte sin aviso previo. Bueno metió una bola profunda a las espaldas de Díaz, Zárate intentó cerrar pero terminó despatarrado como si lo hubiera cruzado el Chino Maidana y Rigoni clavó un zurdazo arriba como para salir en la tapa de los diarios.

Simultáneamente, en los cordobeses reapareció el escenario deseado mientras que en el local entraron a escena los fantasmas de la fragilidad y la impotencia. Y en medio del desconcierto, sin que Fernando Gago encontrara la brújula ni que el Burrito Juan Manuel Martínez acertara una sola vez en el último cuarto de cancha, Belgrano concretó su obra. Penal de Nahuel Zárate a César Pereyra, fusilamiento de Luciano Lollo y decisiones picantes de Carlos Bianchi como para hacer crujir la estructura. Riaño por el intrascendente Martínez y el pibe Acosta por el vulnerable Zárate.

El cierre tuvo el sabor al picante de los goles, por la definición de Pereyra y el bombazo de Acosta. Igualmente, la historia estaba, por juego y por sensación térmica, desde un rato después del 2-1.

Boca sigue mal y peor. Y luce tan mal, que habrá que ver si Riquelme tiene la receta para cambiarle la cara a tan cruel realidad.