Es el cuarto intento en casi 40 años en busca del desarme de la guerrilla y su conversión en partido político.

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Comienza mañana la crucial negociación con las FARC – El diálogo comenzará en Oslo y seguirá luego en La Habana. El ambiente es optimista. El gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC comenzarán mañana en Oslo una negociación de paz para tratar de acabar un conflicto armado interno de casi cinco décadas de duración, el cuarto intento que se emprende desde los años 80.

Los negociadores se encontrarán en la capital noruega y el miércoles 17 darán una conferencia de prensa en la que probablemente dirán cuándo se trasladará la mesa de diálogo a La Habana, como lo estipula un acuerdo previo.

Los colombianos observarán desde la distancia la evolución de las negociaciones, con la esperanza de que el pragmatismo que se ve esta vez se traduzca en una posibilidad concreta de paz.

Ambas partes sorprendieron al país a finales de agosto, cuando revelaron que desde febrero habían sostenido reuniones secretas en Cuba que derivaron en la firma de un acuerdo para entablar negociaciones formales desde octubre.

El presidente Juan Manuel Santos dijo en ese momento que el diálogo había avanzado tanto que se podía hablar del final de una primera fase de aproximaciones. La segunda instancia, la de negociaciones, es la que está a punto de empezar. En la fase exploratoria se definió una agenda que girará en torno a cinco temas básicos: desarrollo rural, garantías para la oposición, fin del conflicto armado, lucha contra el narcotráfico y derechos de las víctimas.

Uno de los puntos que despierta esperanza es el fin del conflicto armado, que incluye la posibilidad de que las FARC, hoy mucho más debilitadas y con una base más estrecha, se desmovilicen para convertirse en un movimiento político legal, aspecto que no se planteó abiertamente en el más reciente proceso de paz, hace una década.

«Carecería de sentido iniciar un proceso encaminado a conseguir la terminación definitiva del conflicto, sin contemplar dejar las armas como punto de llegada», dijo en una reciente entrevista Rodrigo Londoño, alias «Timochenko», el máximo líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Santos dijo desde su discurso de posesión, en agosto de 2010, que tenía en su bolsillo «la llave para abrir la puerta de la paz», pero que sólo la usaría cuando llegara el momento adecuado.

Aunque el mandatario ha afirmado que no se repetirán los errores de las negociaciones anteriores y anticipó que el gobierno no suscribirá un cese del fuego, ha enviado mensajes conciliadores a las FARC que no se habían escuchado en voz de un presidente.

«No se les puede pedir a las FARC que se arrodillen, se rindan y entreguen las armas. No lo harán. Debe existir una salida, y esta salida debe permitirles participar en la arena política. Esta es una manera en la que se resuelve un conflicto», dijo Santos.

El gobierno ha reiterado que un cese del fuego solamente se dará en una tercera fase del proceso, cuando exista pleno acuerdo para la firma de la paz.

Sin fijar plazos, Santos también ha afirmado que la negociación no debe durar años sino meses, aunque las FARC manifiestan que no se deben poner «fechas fatales».

Los negociadores plenipotenciarios del gobierno serán el ex vicepresidente Humberto de la Calle, el empresario Luis Carlos Villegas, los generales retirados de la Policía Nacional y del Ejército Oscar Naranjo y Jorge Mora, respectivamente, y Sergio Jaramillo, quien es alto comisionado para la Paz.

Por su parte, las FARC estarán representadas por Luciano Marín (alias «Iván Márquez»), Luis Alberto Albán («Marco León Calarcá), Rodrigo Granda («Ricardo Téllez»), Jesús Carvajalino («Andrés París») y Ricardo Palmera («Simón Trinidad»).

El caso de este último será discutido en la mesa de negociación, pues desde 2004 está preso en Estados Unidos, donde purga 60 años de cárcel por secuestro. El gobierno no ve problema en que sea negociador por vías virtuales, pero Washington tendría que pronunciarse.

Creadas en 1964 y con cerca de 9.000 miembros, según cálculos militares considerados conservadores, las FARC han protagonizado fracasados procesos de paz con los gobiernos de Belisario Betancur (1982-1986), César Gaviria (1990-1994) y Andrés Pastrana (1998-2002). La diferencia más notable en esta ocasión es que el contacto se produce con la organización muy debilitada y con una parte de sus milicias con un escaso o inexistente compromiso. Esta organización fue incluso amargamente criticada por Fidel Castro debido al secuestro de civiles no beligerantes para extorsionar con su eventual libertad. Esos procedimientos dejaron al grupo más cerca de la delincuencia que de la retórica revolucionaria. Ese desarme ideológico explica también que el grupo haya sido muy penetrado por los servicios de inteligencia. Esta vez, además, no parecería existir el peligro de que, si se devienen en una fuerza política dentro del sistema, puedan ser traicionados y masacrados como ocurrió ya en una ocasión previa.

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