Venció por 2-1 a Racing con goles de Funes Mori y Trezeguet, y se quedó con el triangular veraniego.

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River, un campeón de otra categoría – El equipo de Almeyda fue superior a su rival y mereció ganar por más goles. Quizá el año pasado, cuando se consumó el descenso, algún hincha de River haya pensado en perderse en el mar, como Alfonsina Storni hizo por estas latitudes. Pero 2011 quedó atrás. Entonces, además de quemar el almanaque, esos fieles millonarios recuperaron la ilusión. Es que 2012 ya entregó un guiño alentador en la búsqueda del ascenso: se ganó la Copa Ciudad de Mar del Plata, ante Racing, pero por encima de todo, tuvo brillo. Y dos golazos -magnifique el de David Trezeguet- justo antes del Superclásico en Chaco.

Gracias a Dios todavía existen los enganches, aquellos que se encargan de mantener vigente la esencia del juego con la «10» en la espalda. River lo tiene a Alejandro Domínguez, un crack sin época. Capaz de hacer jugar a todos sus compañeros al ritmo de su mente. Hipnotiza al resto con sus pases exactos. Dan ganas de jugar a su voluntad. Y de sus pies nacieron los mejores momentos de un primer capítulo en el que su equipo pareció el de los viejos tiempos. Fue el Chori el que ganó una pelota ante Matías Martínez y dejó a Rogelio Funes Mori mano a mano con Sebastián Saja. El Mellizo definió con categoría, despojándose de todos los complejos. Y lo abrazó a Gustavo Ríos, el médico que lo acompañó en la recuperación de su lesión. También Domínguez merecía ese saludo efusivo.

Todo sucedió después de una maravillosa jugada de Giovanni Moreno, otro al que no le pesa llevar ese número emblemático en el dorsal. Fue un pase exacto el del colombiano que Lucas Castro no pudo dominar en primera instancia y terminó demorando en rematar, facilitando la contención de Daniel Vega. Y hubo otra acción maradoniana de Gio, apilando camisetas rojiblancas. Sin embargo, su tiro se perdió cerca del poste.

Sí, hubo dos talentosos que sacudieron la modorra del verano. Con una sustancial diferencia: el sentido colectivo de River. Porque mientras Racing sólo dependió de la inspiración de Moreno, su rival fue superior por su rendimiento homogéneo. Hubo solidaridad en el mediocampo que plantó Matías Almeyda. Con Ponzio impecable por la derecha y Cirigliano, una vez más, lúcido en cada asistencia. Con Fernando Cavenaghi moviéndos por todo el frente de ataque.

Con todas esas virtudes, River fue muy superior a Racing, que tuvo un problema central: un esquema que expuso a la defensa producto de la deficiencia del doble cinco. En un equipo corto, los Matías, Martínez -especialmente- y Cahais, sufrieron horrores. Y River llegó con facilidades. Por afuera, con las subidas de Ponzio y Vella por derecha. Saja tuvo trabajo extra. Se entiende por qué el Coco pide a gritos al Cata Díaz.

Vega, en cambio, casi no la tocó. Porque Teo Gutiérrez jugó muy aislado y quedó un montón de veces en offside. Porque Iván Pillud, a pesar de que Basile le dijo que vaya para adelante, se cerró y casi no desbordó. Así, Racing quedó quebrado, a la luz de Gio y sin presencia en el área de enfrente.

Basile movió el banco. Afuera Pillud y Espinoza, adentro Aued y Zuculini. Y Racing mejoró. River sacó el pie del acelerador. La pelota, entonces, estuvo más tiempo con los jugadores de celeste y blanco. El problema que tuvieron todos ellos es que nunca fueron profundos. A excepción de ese mano a mano que Teo transformó en gol, bien anulado por Pablo Lunati, al fin y al cabo, su único acierto en un partido en el que dejó pegar demasiado. Entró Trezeguet. Definió bárbaro, con gala. Descontó Teo, de penal. Ganó River. Ganó el público. Después de tanto cero a cero, por fin hubo un buen rato de fútbol. Y goles, al cabo, lo más lindo de todo.

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