Fue en Zawiya, a 50 kilómetros de la capital.

Lo más leido

Humillante derrota militar para Kadafi en las afueras de Trípoli – El régimen contraatacó con un operativo con artillería y blindados sobre el enclave ocupado por los rebeldes, pero fueron repelidos. Luego, el presidente libio amenazó con bombardear la zona. En Bengazi hay un tour de la furia y del odio. Comienza en cercanías del centro y va llegando hasta el corazón de la plaza de la Libertad. El sendero es fácil de seguir: es una alfombra de escombros, de edificios del poder, quemados o prácticamente derrumbados.

En esta ciudad sobrevuela por momentos la impresión de que en ciertos sitios un volcán ha estallado. Y se nota también en el músculo inflamado de la gente en la plaza que canta insultos contra Muammar Kadafi y realiza marchas en apoyo de las ciudades que aún son atacadas por las tropas leales. Por todos lados hay carteles que repiten en inglés la letanía de esta revolución: «El pueblo demanda libertad, dignidad, tolerancia y elecciones libres».

Al igual que en Egipto y Túnez, no se ven consignas ultraislámicas, ni contra EE.UU. o Israel.

En una dependencia cercana están los voluntarios que se han inscripto aquí para integrar las nuevas fuerzas armadas de esta revolución y que comienzan inmediatamente a recibir entrenamiento. Nadie descarta que este flamante ejército acabará por avanzar de una vez sobre la capital. «Todos tienen una cuenta para cobrarle a Kadafi», me había dicho el abogado Jounal Al Faturia.

«Todos en Libia tienen un familiar desaparecido o que fue torturado», afirma.

El régimen en su propio laberinto desafió en las últimas horas la demanda internacional para que el dictador renuncie y lanzó operaciones militares sobre dos ciudades a entre 50 y 200 kilómetros de su bunker en el inmenso complejo militar de Bab Al–Aziziya, en Tripoli. Y también atacó con dos aviones MiG 23, uno de ellos bombardero, que se acercaron incluso hasta esta ciudad pero fueron repelidos por los rebeldes.

La resistencia también se anotó una resonante victoria tras una batalla de seis horas contra las tropas leales y retuvieron la pequeña ciudad de Zawiya, a sólo 50 kilómetros al oeste de la capital.

La derrota fue tan humillante que Kadafi amenazó con bombardear ese sitio.

Pero ni la advertencia ni esa prueba de vigor militar del régimen que desmintió la idea circulante aquí de que la aviación se había cruzado completamente al campo rebelde, no impresionó al comando de la revolución. Ellos creen que para que la situación decante –y el régimen caiga– sólo hace falta tiempo y quizá, dicen, no demasiado tiempo.

El coronel Hamed Bickhair, de la línea rebelde, dijo que los aviones salieron de Sirte, la ciudad natal de Kadafi, sobre el mar, y arremetieron contra tres blancos. Pero no tuvieron mayores resultados. Un informe no confirmado indicaba ayer que uno de esos objetivos fue un arsenal en Ajdabiya, a 750 kilómetros al este de Trípoli, es decir bien lejos de la zona de dominio del dictador.

El dato importante que remarcan los voceros de la revolución, como el ingeniero Mustafa Groani, es la intensa batalla de anoche en Zawiya que seguía ayer sitiada por las fuerzas leales al dictador. Allí el ataque se hizo con media docena de camionetas artilladas con armas antitanque y con blindados. Pero los rebeldes tomaron dos de esas camionetas, mataron a 10 efectivos enemigos, detuvieron a 12 y de ellos ocho se pasaron a sus filas. El mérito más destacado para los defensores de esa ciudad es que la ofensiva fue realizada por la poderosa Brigada Khamis, que lidera uno de los hijos de Kadafi y que es la mejor equipada en Libia, según la inteligencia de EE.UU. Por último, otro ataque de los leales a Kadafi fracasó en Misarata, 200 kilómetros al este de la capital.

Es por eso que ayer había mucho petardo en los alrededores del centro de gobierno provisional, junto a la Plaza de la Libertad en Bengazi. Todos aquí quieren que esto acabe de una vez.

Si se quiere un ejemplo de hasta qué punto este pueblo estaba harto de la dictadura, este pequeño mapa urbano podría ser suficiente evidencia.

Cerca del hotel Tebisti donde se encuentra el enviado de Clarín , sobre la avenida Gamal Abdel Nasser, hay una construcción enorme en forma de pétalos, un centro de convenciones del régimen. El edificio está hecho pedazos, todo lo que había adentro fue quemado, y en una de las bibliotecas quedan las siluetas aún erectas de los libros hechos cenizas que un viento convierte en polvo. Por el piso hay hojas semiquemadas del famoso Libro Verde .

A pasos de ahí se encuentra la biblioteca que pretendía honrar ese tratado de máximas escritas por Kadafi, que en realidad son tres volúmenes. Es un edificio cuadrado que está tan destruido como el de convenciones. Y es interesante notar que la furia fue tal que la gente sacó las computadoras de sus oficinas pero no las robó sino que las destrozó golpeándolas contra el piso y ahí quedaron, en pedazos.

Del otro lado de la calle, hay otra dependencia estatal, también quemada, sin vidrios y el interior es una montaña de hollín.

En el centro, a un costado de la Plaza y cerca de las oficinas del nuevo ministerio de Justicia se alza una de la sedes de la Muhabarath, la policía secreta del régimen, que vigilaba a la gente.

El lugar desborda el asombro. En el piso hay cajas abiertas con armas antitanque nuevas, municiones de hasta medio metro de largo, cohetes, cadenas de ametralladoras pesadas y cantidad de ropa militar que la gente que ahora entra libremente por ahí se lleva tras sacarle los botones que tienen el escudo del régimen.

«El te mataba a ti, a tu madre, a tu familia, mataba a todos si sospechaba que estabas en su contra», dice Ahmed Masud, de 62 años, quien ha entrado ahí con los periodistas.

«Se creía un Dios, un rey de reyes», dice sobre Kadafi como si ya hubiera sido derrocado.

Todo el sitio está sucio y hay restos de autos incendiados porque ahí se lanzaron bombas molotov durante la batalla para conquistar esa plaza. Los primeros que entraron destruyeron las rejas que dan hacia los sótanos de donde pudieron liberar a los detenidos que estaban presos en los calabozos del otro lado del patio.

Ese lugar tiene pocas habitaciones. Los detenidos eran ahí retenidos para ser interrogados. Un militar llamado Ahmed, que se cruzó al bando rebelde y que camina con nosotros por los pasillos, muestra unos cables dispuestos en un cuarto. Como sólo habla árabe toma uno de los alambres y muestra cómo se los ponían en las muñecas a los prisioneros para descargarles electricidad.

La furia también está en Trípoli, donde aún es muy difícil llegar.

Ya comienzan a producirse ahí marchas pequeñas que son rápidamente reprimidas por los batallones de mercenarios del régimen. Los diplomáticos de la embajada argentina informan por mail que el abastecimiento de alimentos en la ciudad soportará una o dos semanas más. «La gente está muy asustada y hay poco movimiento aunque han abierto los bancos», dice uno de esos correos que llegan al celular de este enviado.

La gente que tiene familiares en esa ciudad ha contado aquí que la situación económica se ha ido agravando . El precio del arroz subió hasta 500% y los cinco kilos cuestan unos 40 dinares, poco menos de 40 dólares. El combustible está racionado y también el pan: solo entregan cinco unidades por familia.

Desde Trípoli llegó otro dato que simboliza los tiempos que están por venir. La famosa y voluptuosa enfermera ucraniana que siempre aparecía un discreto paso atrás de Kadafi, decidió sorpresivamente regresar a su país.

Fuente: Clarín.com

Más artículos

 

Últimos artículos