Un emotivo acto en el Cervantes convocó a 500 docentes que fueron homenajeados.

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Cuando la campana sonó para el corazón del maestro – Más de 500 maestros festejaron su día con un evento distinto y directo al sentimiento. Sonó la campana justo a las 20 y el Teatro estaba repleto. La misma puntualidad que ellos le exigen a los alumnos, tuvieron ellos para llegar a la cita.

Los maestros festejaban su día. Entre clases, luchas salariales y portafolios y cuadernos, hicieron un alto en sus vidas, detuvieron el reloj un instante, escucharon la campana, que esta vez fue SU CAMPANA y se dispusieron a recibir un mimo en el alma.

Tras el Himno Nacional tocado de manera magistral a seis manos por los pianistas Roberto Clavero, Mariela Lirusso y Víctor Grosso el Intendente Fernando Almada entregó el decreto de interés municipal del evento.

Todo era misterio en un Teatro con 500 maestros con sus miradas clavadas en el telón que los separaba de alguna sorpresa. Cuando este se abrió, apareció un «Muy Pancho» especial, en vivo, en teatro, con la misma música y apertura y con cuatro invitados especiales. Gabriel Grosso como marido de maestra, Leticia Pistone como hija de maestra, Melisa Valle como ex alumna recién recibida y Ameris Rasero como madre de maestra.

En la corta entrevista, todos hablaron de amor, todos contaron del oficio de ser maestro y todos expresaron el orgullo de tener un maestro cerca.

La voz intimidante de Hernán Córdoba desglosó un poema tan visceral como emotivo. Tan calido como directo a lo más profundo de ese corazón valiente que un maestro puede tener y la ovación no demoró en llegar entre lágrimas y el hecho de sentirse reconocidos.

Pero hubo más. Porque un video en el escenario de este «Muy Pancho» teatral desandó los días del maestro con el pulso televisivo que Waldemar Avalle puede plasmar en un notable trabajo de edición. Y otra vez el aplauso y otra vez la emoción.

Pero nada concluía, porque apareció Hernán Clavero con su extraordinaria voz y acompañado por su hermano, interpretó una versión melancólica y casi blusera de la «Marcha a Sarmiento». Con todos de pie, el teatro era un latido expresivo de sentimientos casi inexplicables. Y llegó lo mejor, porque el «espejo» de «Muy Pancho» se transformó en un puro y dulce relato de Kititi Bertaina, sentada solita ante la multitud en una mecedora. Y como buena maestra, buena madre, buena esposa, buena abuela y MAESTRA DE MAESTRAS, dejó plasmado a la perfección en ese diálogo con el espejo infinito, el sentimiento de lo que es ser maestro.

Fue el broche de oro ante el aplauso cerrado y de pie de todos los presentes. En ese momento, en un viejo teatro de una ciudad ubicada en el centro oeste santafesino, se respiró intensamente la sensación de orgullo de lo que es ser maestro. Y estuvieron ellos, los que quisieron entender la loca idea desinteresada de Analía Bracaglia, el talento de Marcela Nivello y el empuje de Lorena Gaido.

En el teatro no hubo diferencias de escuelas ni gestos políticos. Fue una idea independiente que caló en el corazón húmedo de los que quisieron entender y se sintieron los docentes más felices del mundo. Y fue tan especial, que hasta el cielo pudo esperar.

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