El presidente de la AFA espera que Maradona dé a conocer cómo seguirá su novela al frente de la Selección Nacional.

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Grondona: – Sólo se habla de la continuidad de Maradona. Faltaba un cuarto de hora para que dieran las siete de la tarde en la Argentina. Ya se conocían las declaraciones de Julio Grondona a Cadena 3 en las que había afirmado: «Maradona es la única persona del país que puede hacer lo que quiera». Entonces sonó su celular, el de siempre, el que termina en número impar, el que atiende varias veces al día y varias veces al día les dice a los cronistas que marcan el número. «No voy a hacer declaraciones». Y después habla, pero lo que dice no se publica porque se respeta el acuerdo. Faltaba un cuarto de para que dieran las siete de la tarde en Argentina y Grondona atendió el llamado de Clarín. «¿Pero vos sabés que hora es? Me parece una falta de respeto llamar a esta hora y…» y no debe continuarse la frase. Faltaba un cuarto de hora para la medianoche en Sudáfrica y Grondona tenía el pijama puesto. La anécdota, más allá de revelar la impericia del cronista, desnuda el estado de Grondona: siempre está alerta.

Por eso dijo lo de «es la única persona que puede hacer lo que quiere». Es así, pero Grondona sabe que no es exactamente así.

La continuidad de Maradona se convirtió en cuestión de Estado desde que la presidenta Cristina Fernández lanzó su famosa frase del «aguante Maradona» en el mitin de San Miguel. Las imágenes llegaron a las lujosas habitaciones del Michelangelo, en el barrio de Sandton. Grondona no necesitaba ver y escuchar a la Presidenta. Ya sabía que Maradona es una pieza (acaso más importante que tantas otras) en el tablero que se mueve desde la calle Balcarce. Por eso, aún sin Copa, se le ofrece el balcón de la Casa Rosada.

Maradona, que nunca fue un ingenuo, también sabe de qué se trata. El asunto es que si el objetivo de cada uno convive con el de los otros, todo seguirá igual hasta 2011 cuando haya elecciones en la AFA, renovación de autoridades nacionales y la Copa América. Grondona aspira a continuar en la casa de la calle Viamonte, Fernández en la de Balcarce y Maradona ¿en el banco de la Selección?

Qué pasa ahora por la cabeza del entrenador es clave. El sábado, su proyecto mundialista fue fulminado con el 4-0; el domingo regresó al país y ya lleva 48 horas en su casa de Ezeiza. Pasó lo peor, el llanto, el desconsuelo, la bronca. Enpieza el tiempo de reconstruirse y aquel Maradona que le habría dicho a sus vecinos de El Trébol «ya di todo», hoy no diría lo mismo. Que su ayudante Mancuso haya dicho «no creo que Diego se vaya», es una obviedad. ¿Qué iba a decir Mancuso? Maradona tomará la temperatura de la calle. No lo convenció la recepción popular en Ezeiza, acaso porque sospecha que a la movilización espontánea le hicieron un dóping con la presencia de hinchas amigos de la Selección, como sospechan dos presidentes de clubes que aún están en Sudáfrica. Maradona espera más. Y espera la opinión de sus hijas. Es irreprochable. Grondona hace lo mismo. «Yo veo y escucho, y lo que tengo que hablar lo hablo con mi familia». Sus hijos varones Julito y Humberto fueron claves en el desembarco de Maradona en la Selección. No puede asegurarse que ahora piensen igual. Al menos, piensan en «correcciones». Si hay cambios en el cuerpo técnico, ¿Maradona lo tolerará? Sabe Grondona que no es tiempo de pisar el acelerador. Y que la frase de Eduardo Duhalde «el que trajo al loco, que se lo lleve», no le cabe. Grondona no fue el único en poner Maradona en la Selección.

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