El simposio ya está en el corazón de la gente

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Curiosidades, anécdotas y algo más – Los escultores no paran de recibir el cariño y la admiración del público local y de estudiantes de la región. El Simposio de Escultores de la ciudad de El Trébol caló hondo en lo sentimental. Cada uno de los escultores, a su manera, entró en el corazón de la gente.

Desde el misterioso rumano Maftei Ion, pasando por la siempre amigable Sara Bonucelli de Italia, y hasta el matrimonio Mercurio – Badii se entrelazan con el público a cada minuto.

José Carlos Cabello Millián se toma cada minuto para explicar a la gente su obra, los maestros de la madera Nazario Veliz (Jujuy), Jorge Rodrigo (Chaco) y Luis Usuaga (Uruguay) comparten mates, risas y palabras con chicos y grandes y el mexicano Miguel Angel Gualtieri empezó a sonreir cuando finalmente la piedra se amigó con él.

Entre las curiosidades de estos días, fue ver la alegría que mostraban todos en la catación de vinos en la Vinoteca Ideal, las mariendas abundantes de Mercurio que no pierde pisada a las exquisiteces de las mujeres del centro de día y las sonrisas de satisfacción de Griselda López (Chile) al poder empezar a darle forma a un gigante de metal.

Un rumano muy particular

Maftei Ion es un personaje especial. Habla mezclando inglés, francés e italiano, visita lugares, ama el vino argentino y los buñuelos de las damas del Chalecito Verde y cada mañana tiene un ritual muy especial.

Sale descalzo del hotel y camina en «patas» por el boulevard hasta el simposio. Al llevar al lugar del evento, camina un buen rato por el césped húmedo, después se calza y se pone a trabajar.

Cuando le preguntamos porqué hacía eso, simplemente dijo: «Me descarga estar en contacto con el suelo. Descargo todo lo que sumo en el día con la piedra».

Otra del Maftei

En la tarde del miércoles, Maftei se cortó en un dedo con la amoladora. Ante la preocupación de los organizadores, Ion simplemente tomó un puñado de polvo del mármol y se lo puso en la herida. Un rato después, siguió trabajando como si nada. La piedra lo había curado.

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