Alberto Burdisso: Cuatro años después.

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Toda la verdad – Verdades, mentiras y detalles de una búsqueda que movilizó a toda una región.

Por Francisco Díaz de Azevedo A cuatro años del asesinato de Alberto Burdisso, y con algunos de los autores materiales ya gozando de libertades transitorias y condenas en domicilios, desde el corazón de Bomberos Voluntarios, se recuerda aquella búsqueda desesperada.

El Jefe del Cuerpo Activo, Raúl Dominio señaló: «Me acuerdo que el lunes 2 de junio nos avisaron que estaba desaparecido Alberto. Porque el 1º de ese mes se corrió el maratón de Bomberos y esa mañana a las siete fue el secuestro».

Dominio también dijo: «El primer llamado fue por compañeros de trabajo de Trebolense. No recuerdo si fue Analía Prinsi o Marta Carignano. Me dijeron «El Burdi no vino a trabajar y es raro porque en la casa estaba la bicicleta y el perro» y él no era de ausentarse sin dar aviso».

La búsqueda

Cuando se acudió a la policía, el entonces Comisario Odel Bauducco sólo señaló que había que esperar 48 hs. para iniciar una búsqueda de una persona desaparecida.
«Después de eso nos preguntaron si podíamos comenzar una búsqueda por nuestros medios. Yo fui a la Comisaría para anoticiar el pedido que recibí. El Comisario me dijo que comenzáramos nosotros con el tema», recuerda el Jefe de Bomberos de El Trébol. «Desde ese momento, me fui al Cuartel, convoqué a la gente y empezamos a hacer turnos rotativos para buscarlo mañana y tarde. La búsqueda se extendió 20 días».

Cómo buscar a una persona que no dejó rastros? Por dónde empezar? Por aire? Por tierra? Por agua? La situación era como buscar una aguja en un pajar.
«Primero buscamos en su casa junto a la policía. Después buscamos en los lugares donde frecuentaba. Fuimos a campos aledaños donde solía buscar leña, nunca encontramos nada de nada. Y eso que buscamos en pozos de agua, fábricas abandonadas y desagües. Nos metimos en todos lados», señaló Dominio.

El Jefe de Bomberos dijo recordar cada instante y cada detalle. También señaló que algunas cosas no quiere olvidar como el trabajo de su gente, pero que otras, son recuerdos que quisiera hacer desaparecer.

«Después del quinto día se comenzó a sospechar de que algo malo había pasado. Que la desaparición no era por su propia voluntad. Se empezaron con las marchas y hasta llegó policía especializada con perros de búsqueda y rescate de Santa Fe y Rosario. Esto tampoco arrojó resultados».

El desenlace

«Un jueves a la tardecita, que hacía mucho frío, la policía se acercó hasta el club donde yo trabajo y me dijo que por comentarios de un cazador que había estado en la zona, había indicios de que en un pozo podría haber algo. Que había olor», recuerda Raúl y agrega: «Esa misma tarde fuimos al lugar, una tapera abandonada a ocho kilómetros de la ciudad. En presencia de personal policial hicimos el primer descenso al pozo, pero en ese momento no vimos grandes indicios porque no notamos nada raro. Lo que sí era extraño era la disposición de los elementos en el fondo del pozo, como ramas y materiales que después nos dimos cuenta que era el brocal del pozo».

El hallazgo

«Al día siguiente fuimos muy temprano al lugar. Llevamos tres dotaciones y los elementos para rescate en profundidad. El lugar es horrible. Una tapera en medio de un monte totalmente abandonada. Todo derruido, casi macabro. Pusimos un trípode y empezamos a descender al hoyo por turnos. El pozo era de unos 13 metros de profundidad. Comenzamos a retirar elementos y mampostería. Había alambres, chapas, ramas y hojas. Promediando las 9:30 hs. a 20 cms. de llegar al agua, uno de los bomberos notó algo, que parecía una bolsa azul. Después nos dimos cuenta que era la espalda de Alberto y su camperón azul de Trebolense. Minutos después vimos el cráneo que estaba afuera del agua junto a su mano izquierda».

Cazador sin historia

La historia oficial dirá que un cazador notó olores raros en el lugar y que acudió a la policía. Eso se nos dijo a los medios y nosotros «compramos». Sin embargo, en las inmediaciones del pozo no había olor en absoluto. Es más, los bomberos, en el pozo mismo, tardaros casi dos horas en notar algún aroma a descomposición.

Evidentemente, «alguien cantó» y con lujo de detalles bien ante la presión policial. Pero eso no se puede decir, ni escribir. Lo del cazador, créanme, fue puro verso.
En esos días, la policía comenzó a apuntar a Gisela Córdoba, Marcos Brochero y Juan Huck.

La policía cercó la casa y requisó todo. Hasta un cuerpo de zapadores hizo excavaciones en el jardín de la vivienda. Era evidente que algo malo había pasado. Comenzaban a desfilar personas a declarar a la Comisaría IV de la ciudad.

En un momento, llegó a haber una decena de demorados. La ciudad entera entera estaba revolucionada y la noticia ya había copado la portada de medios provinciales.
La presión a la policía era grande. La sociedad reclamaba justicia y ya no se podía fallar en el intento.

El reconocimiento

Dominio continúa el relato: «Le avisamos a la policía y después lo retiramos. No estaba irreconocible. Sus facciones eran particulares y a pesar del barro se lo reconocía. Su físico era especial pero de todas maneras la policía y el Juez tenían que dar la última palabra».

El bombero también dijo: «Su cara era la más deteriorada porque estaba afuera del agua, pero su cuerpo estaba bastante bien porque estaba sumergido y en esa época hacía mucho frío».
A Burdisso se lo llevó a la morgue del SAMCo. Lo fueron a reconocer el propio Dominio y Mabel Burga, su amiga. Otro indicio fue una gran cicatriz que la víctima tenía en el abdomen de una cirugía.

En su campera tenía el celular y $ 10.

Casi no lo encuentran

«Si no lo encontrábamos ahí, el sábado íbamos a rastrear en los piletones de las cloacas con buzos de Carcarañá y Totoras. El domingo los cuarteles de la Regional iban a hacer un rastrillaje en espiral final y después se iba a dar por concluida la búsqueda», agregó Raúl.

La muerte

Según los estudios realizados al cuerpo, Burdisso, falleció días después por asfixia.El motivo del asesinato era netamente económico, ya que estaba en juego una vivienda y pertenencias de la víctima, que mantenía alguna relación amorosa con Córdoba.

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