Cayó 2-0 con goles de Lucas y Neymar en el Superclásico de las Américas.

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Argentina fue superada por Brasil y perdió la revancha – La Selección de Sabella priorizó el orden defensivo y lastimó poco en ataque al local, que gracias a la victoria en Belém se quedó con el trofeo en juego. Después del Mundial con Maradona y de la Copa América con Batista, el Superclásico de las Américas se presenta como un torneo de poca monta. Nuevo y casi sin prestigio, sólo el goce futbolero de vencer a Brasil, el rival de siempre. Lo que queda claro en el nuevo ciclo de Alejandro Sabella es que Argentina abandonó el «Dios todo lo puede», que convenció a los hinchas argentinos en un acuerdo tácito y masivo que se podía conseguir la Copa del Mundo. También el intento de «imitar a Barcelona» de Checho que terminó antes de empezar. Con Sabella llegó la mano dura.

En Belém, en la revancha del Superclásico de las Américas ante Brasil, que en la ida había terminado sin goles en Córdoba y con una «bicicleta con sombrero» de Damiao como lo más relevante, Pachorra ubicó en la cancha un 5-3-1-1, escalonado, equilibrado y duro.

Argentina jugó en Brasil a cerrar los caminos del rival, a intentar sorprender con un contragolpe, aprovechar la pelota parada; y a no dar nunca una pelota por perdida, lo que subió la temperatura del partido que terminó manchado de sangre por un manotazo de Papa a Lucas, quien debió abandonar el campo de juego dos veces para detener la hemorragia en nariz y boca, y cambiar de camiseta verdeamarela con vermelho por una solo verde y amarilla.

Con Lucas, Borges, Ronaldinho y Neymar, Brasil atacó más y mejor en el primer tiempo. Sin embargo Argentina siempre dio una sensación de tenacidad y seguridad admirables. Con Héctor Canteros y Pablo Guiñazú corriendo, metiendo y anticipando… Probó Lucas primero con un derechazo cruzado. A los 12, Neymar hizo revolcar a Orion. A los 31, Ronaldinho probó de tiro libre y pasó cerca. Y el gol que no fue, a los 38, con un desborde de Borges, centro al corazón del área chica y Neymar que se come el gol, casi debajo del arco.

Aunque por momentos Argentina complicó a su rival con la velocidad de Walter Montillo (debutante), el goleador argentino del Cruzeiro y del Brasileirao; un cabezazo de Viatri; y un par de centros que Desábato no conectó o conectó defectuosamente. El local sufrió poco y nada.

Fue tan grande la ilusión que el golpe fue casi de nocaut. En el segundo tiempo Argentina salió con todo, y a los 7 puso a Augusto Fernández en situación de gol. El volante de Vélez se metió al área por derecha y sacó un derechazo que Jefferson envió al córner. A los 8, Brasil se puso en ventaja.

Probó un poco de su propia medicina Argentina y Sabella. Porque del córner que cedió Jefferson salió una contra perfecta con un pase precioso de zurda del lateral derecho para Lucas que partió desde atrás de la mitad de la cancha, corrió con la pelota dominada 40 metros y definió ante Orion como Burruchaga en la final del 86′. Golazo, 1 a 0 y la historia empezaba a cerrarse.

Después, Brasil dominó el balón, los olé bajaban de las tribunas colmadas. Neymar sacaba a pasear a Cellay. Neymar tiraba un taco y Ronaldinho se lo devolvía con otro en el aire. Desábato veía la amarilla por una patada sobre Neymar. Desorden, nerviosismo y las estructuras desestructuradas y esquemas que se volaban al viento. A los 30, Bruno Cortes, el lateral izquierdo, llevó la pelota pegada al pie y habilitó a Diego Souza. Centro atrás, Neymar, gol. Orion y Papa en el piso, 2-0 y partido liquidado.

Sobre el final, con vergüenza deportiva, Argentina fue por un descuento que decorara el resultado. Lo pudo conseguir con un cabezazo de Desábato, un remate de Pillud que encontró otra vez bien parado a Jefferson y una media vuelta de Viatri que hizo lucir al arquero. El primer trofeo del Superclásico de las Américas se quedó en Belém.

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